En La mayoría de religiones paganas y de misterio (incluída la Qabaláh judía y el Gnosticismo como el más famoso hoy día), la “energía sexual” es un recurso que hay que aprovechar para lograr una conexión trascendental con la deidad o “lo divino”. Así pues, “desperdiciar” dicha “energía”, se considera negativo por cuanto sujeta al hombre a lo sensual y terrenal. Esto de por sí, es una mala plataforma si se trata de encarar o charlar sobre el manejo de la sexualidad y la masturbación.
En primer lugar, tenemos que frente a esto y de manera cortante, la escritura nos muestra que no existe tal restricción ó condición para acercarnos a Dios (como si pudiéramos hacer algo por nuestros propios medios) absteniéndonos ó almacenando la así llamada “energía sexual” para luego poder transformarla en “trascendencia espiritual” pues Dios, habiendo creado al hombre, le ordena “Prú urvú” (Gn 1:28) “den fruto y multipliquen…” orden cuya vigencia permanece hasta nuestros días aún después de la caída (Gn 3:16,20;4:1), sólo que vendría a tener un tiempo regulado y limitado, regulado por ejemplo a través de los períodos menstruales, el cansancio físico etc, y limitado por la edad y el envejecimiento[1].
Así, resulta por su parte interesante el hecho de que la palabra ‘Éden (sí el nombre del Jardín) signifique “deleite” (cf. Sal.36:8; 2Sm 1:24; Ez. 31:8-9,18; 36:35; Jer. 51:34) y que justamente el conjunto de sensaciones sexuales (como entusiasmo, excitación orgasmo etc.) se llame en hebreo ‘Ednáh (Gn 18:12 traducido allí “deleite”), lo cual nos lleva a los siguiente:
‘Éden es el placer trascendental de la comunión con Dios, y que así como el jardín fue primero, así (la relación con Dios) debe preceder a la manifestación de la ‘Ednáh en el hombre y la mujer por separado y entre ambos, pues también es cierto que la ‘ednáh es el placer trascendental de la comunión del hombre con su mujer.
Inclusive y a manera didáctica, podemos ver cómo la ‘ednáh está ligada a la comunión con Dios, como garante de su autenticidad y calidad: en hebreo, se escribe עדנה donde la letra ה , es una de las letras del nombre de Dios (el cual se escribe יהוה) de modo que Dios se encarga de mantener el auténtico deleite y apego íntimo más allá inclusive de lo sexual para que sea eterno como el jardín y el deleite (‘éden) que el plantó desde antiguo (miqédem).
Así pues, este factor en la creación, es para afianzar en su naturaleza y tiempo, la independencia de la pareja con respecto a los progenitores pero también la interdependencia del uno y la otra (o sea del hombre y la mujer), como está escrito: (Ecl. 3:1)
לַכֹּל, זְמָן; וְעֵת לְכָל-חֵפֶץ תַּחַת הַשָּׁמָיִם
“Lakol zmán; ve’et lejol jéfetz, tájat hashamáyim”
“Para todo (hay) tiempo; y ocasión (hay) para todo gusto, debajo de los cielos”
Pues también dice:
אֶת-הַכֹּל עָשָׂה, יָפֶה בְעִתּוֹ
‘et hakol ‘asáh, yófi be’itó”
“Todo lo hizo (él), (es) hermoso en su ocasión"
La escritura nos enseña sobre el tiempo de la sexualidad, el cual se hace evidente con signos y eventos de la naturaleza humana adquirida, tanto a su inicio como a su final (Cf. Ez. 16:7-8; Gn 38:11,14; Gn. 18:11-12); para tales efectos dentro del desarrollo corruptible, se producen “centros de información” que administran y permiten la aparición de la ‘Ednáh.
Sucede pues que estos sensores, muchas veces son alimentados con información innecesaria o peor, inadecuada, la cual va desde la pornografía hasta malas experiencias (a veces ajena a la propia voluntad) y esto hace que poco a poco se vaya cambiando el orden y relación ‘Éden - ‘Ednáh.
Es por cosas semejantes, que la ‘Ednáh se convirtió en una especie de divinidad, motivo de numerosos rituales y cultos a la fertilidad alrededor del mundo, en los que el uso de la ‘Ednáh es tan inadecuado y perjudicial que desaparece en ello, la individualidad, la diferencia de géneros y la institución de su razón de ser: la pareja del ‘Eden (cf. Rom 1:23-28); por esto es muy importante la conciencia del orden ‘Éden - ‘Ednáh.
Ahora bien, de caras a la administración de la ‘Ednáh, se debe tener en cuenta que esta se puede percibir consiente o inconscientemente; individual ó conjuntamente (hombre-mujer) como nos lo ilustra Lv 15:16-18. Con respecto a lo primero, Dios ordena una especie de aislamiento con respecto a su tabernáculo (vr 31) cuidando al menos dos aspectos básicos: La higiene[2] y el orden ‘Éden - ‘Ednáh, pues este suceso se constituía en un inhabilitante temporal para pisar el tabernáculo, aún cuando en sí mismo no era infracción de ley alguna pero si manifestación de la naturaleza caída.
Así pues lo que se dijo al respecto fue: (Lv 15:31) “así advertirás a los hijos de Yisra’el sobre sus inhabilitantes a fin de que no mueran por sus inhabilitantes, por haber inhabilitado mi tabernáculo que está en medio de ellos”; donde la causa de muerte no era en sí la manifestación del flujo, sino la no observancia de las leyes de purificación y de restricción.
Con esto aprendemos que Dios conociendo nuestra formación, decentemente nos invita a estar primero en ‘éden con él para entregarnos el verdadero deleite y evitar de paso que la ‘ednáh adquiera un comportamiento lascivo[3] y lesivo.
¿Y cómo procedemos hoy?
En primer lugar para tratar adecuadamente el asunto de la masturbación por ejemplo debemos partir del hecho de la diversidad sicosomática presente en el ser humano ya que se encuentran desde asexuales (o sea a quienes no les interesa por naturaleza la experiencia sexual) hasta enfermos mentales (cuya conducta es destructora). Con esto se quiere decir que dentro de ese rango, vamos encontrar variaciones que digamos corresponden a la mayoría de las personas comunes y promedio.
En segundo lugar, del hecho de que todo este gran grupo de personas, se clasifica en dos subconjuntos: Creyentes y no creyentes:
En tercer lugar, del hecho de que dependiendo del daño traído del mundo, existen tratamientos priotarios y conjuntos por parte del espíritu santo de manera que para algunos la masturbación será un problema y para otros no.
En cuarto lugar, del hecho de que “NO hay condenación para os que están en Cristo Jesús, esto es, para quienes no andan conforme a la carne sino conforme al espíritu”
En quinto lugar y último, del hecho de que si bien hay cosas “lícitas” (es decir no pecaminosas de facto), no obstante “yo no me dejaré dominar de ninguna”.
Con esta plataforma pues, y teniendo en cuenta todo lo dicho arriba, llegamos al siguiente tratamiento:
1) Debe observarse arrepentimiento perfecto con respecto a toda esa mala e innecesaria información que suministró a los “sensores” arriba mencionados apartándose de ella radialmente (Pornografía, codicia lascivia)
2) Orar para que Dios obre efectivamente en este progreso.
3) No desfallecer si a pesar de lo anterior se suscita eventualmente un “evento ‘ednático individual” (es decir, un episodio de masturbación), recuerde que
כִּי שֶׁבַע, יִפּוֹל צַדִּיק וָקָם; וּרְשָׁעִים, יִכָּשְׁלוּ בְרָעָה “Siete veces podrá caer un justo, pero se levanta; en cambio los réprobos, tropezarán con la maldad”
4) Perseverar en el estudio de las escrituras y acompañarse de una actividad física (preferiblemente laboral en el caso de adultos) porque “El resultado de la combinación de ambos, es olvidarse de las conductas agravantes (‘avón)” (Talmud de Babilonia, tratado ‘Avot 2:2)
5) Evitar las malas conversaciones las cuales corrompen las buenas costumbres.
[1] En virtud de esto, de elementos culturales y circunstanciales, sumado a la creencia de que Dios había creado al hombre de edad de veinte años (digamos mejor con los rasgos de un veinteañero de nuestros días), el judaísmo incentivaba los matrimonios a esta edad e inclusive antes. Según Pirquéy ‘Avot, (5:22) “a los 18 el hombre está listo para la Jupáh (es decir el casamiento, cuyo símbolo es la cabañita que se construye para tal efecto y que se llama Jupáh) ¡Qué tiempos aquellos!
[2] como sucedía en el caso de los excrementos también (Ver Dt 23:12-14)
[3] Lascivia: “toda conducta excesiva”
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