Jehováh, Jehová,
Yavé, Yahvé son las grafías más comúnmente aceptadas en la cristiandad y el
mundo hispano para referirse al Dios de la Biblia; sin embargo, poco o nada se
sabe con certeza acerca del origen de esta forma castellanizada y mucho menos,
si corresponde en alguna manera a lo que fue dicho y escrito en las Sagradas
Escrituras. En honor a la verdad, se presenta a continuación, todo lo
concerniente al nombre Bíblico del Dios de ‘Avraham, Yitzjaq y Ya’aqov
(Abraham, Isaac y Jacob, respectivamente) tal y como se halla consignado en el
texto hebreo, punto de partida, de cualquier traducción a cualquier idioma o
lengua del mundo.
La lengua
mayoritaria de la Biblia sin discusión alguna es el hebreo. Este idioma ha
conocido básicamente dos sistemas de Escritura. El Antiguo o fenicio, y el
moderno o asirio; ambos se desarrollan o transcurren de derecha a izquierda. A
continuación se presenta el nombre de Dios, tal y como se halla en los rollos
antiguos de Qumran, y en Código Haleb (Alepo):
Hebreo antiguo: Hebreo
Asirio/moderno:
Como todas las
lenguas semíticas antiguas, el hebreo creció sin conocer signos escritos para
las vocales, de modo que el alfabeto (o alefato como le llaman algunos pocos)
está constituido netamente por consonantes. No obstante, algunos de estos
signos, se utilizaban como guía o clave, para “intuir” o “recordar” fonemas
vocálicos, e.g.:
א ‘=
a/e; ה H = ah/eh/ha/he; יY = i/e/ey/ay; ו W=
o/u.
Si somos buenos observadores, podemos percatarnos que el nombre de Dios
está escrito con consonantes, todas las cuales a su vez se usaban como vocales:
יהוה = YHWH (con w = v)
La combinación o secuencia
Consonante-vocal en este enigmático nombre, conocido en hebreo como Shem
Hameforash (el nombre indecible) y griego como Tetragrámmaton (‘de
cuatro letras’), ha sido objeto de
debate entre los eruditos, asunto que aún se encuentra en un estado revuelto de
cosas; lamentablemente la pronunciación original del nombre quedó como un libro
sellado, nadie conoce a ciencia cierta su pronunciación o ésta ha permanecido
escondida por siglos. Algunas combinaciones posibles, derivadas de los usos
consonánticos, podrían ser por ejemplo: Yeheweh, Yahavah, Yeheváh Yahavéh,
Yihvéh etc. Sin embargo resulta curioso que los prefijos y sufijos derivados
del nombre sagrado son por ejemplo: Yeho-/Yo- (como el Yehonatán
‘Jonatán’, Yo’el, ‘Joel’) y –yahu/-yah (como en
Yejonyah, ‘Jeconías’ ‘Eliyahu ‘Elías’).
Hasta aquí llegaría la
historia o disertación sobre el nombre de Dios, si no hubiera sido por una
“intensión artístico-estilística” -posteriormente mal entendida-, de los
inventores de las vocales escritas para el hebreo en el siglo VII d.C. cuando éste
decaía como lengua hablada. A estos eruditos, conocidos bajo el nombre de
(Mesoranim) Masoretas o Naqdanim (puntuadores) se les ocurrió añadir las
vocales de algunas palabras usadas por los hebreos para referirse a Dios como
son ‘Elohim (Dios), ‘Adonay (señor) y Hashem (arameo: Shemá’) = ‘El del nombre/El
único de renombr’, para que al toparse el lector con “el nombre impronunciable”
o el “Tetragrámmaton”, no se quedara mudo y por el contrario, causara rima
según la cadencia de la lectura normalmente cantada de la Biblia.
Ahora bien, en el sistema
que los Masoretas idearon, las vocales en su mayoría se escriben debajo de las
consonantes existentes y su aspecto es semejante a puntos y guiones. Entonces, según
el caso, ellos vocalizaron o “puntearon” el nombre divino como sigue:
יְהוָׂה con las vocales de la palabra אֲדׂנָי ‘Adonay;
יְהוִׂה con las vocales de la palabra אֱלׂהִים ‘Elohim
יְהוָה con las vocales de la palabra aramea שְׁמָא=Shemá’ =Hashem
Hasta hoy, entre hebreos,
cada combinación de la izquierda, se lee como el de la derecha; todo el mundo
sabe que esas vocales añadidas, no son ni mucho menos, las que pertenecen al
nombre original. La confusión entonces se originó en los primeros traductores
de la Biblia al castellano, esto es, en Casiodoro de Reina y Cipriano de
Valera, quienes por alguna extraña razón que incluye la mera ignorancia,
creyeron que los hebreos habían “redescubierto” la pronunciación del nombre de Dios, y prosiguieron a leer las
consonantes con las vocales añadidas. Siendo la primera presentada arriba, la
más frecuente, y desconociendo u obviando las demás, decidieron transcribir la
grafía hebrea יְהוָׂה como
‘Jehováh’; hay que recordar que para el sigo XV-XVI, el signo J tenía la
calidad de vocal (Cf. Con iota, la i griega), de modo que al menos ellos, en
aquel entonces, leían o decían: Iehováh (Yehováh). Pero para complicar más las
cosas, el idioma castellano experimentó una reforma ortográfica en el siglo XVII
y el signo ‘J’ (Jota) se convirtió en una verdadera consonante aspirada, y la H
(hache) devino muda; razón por la cual, hoy el mundo hispano, lee la opinión
castellana ‘Jehováh’ como Geová, lo cual honestamente y con todo respeto, es
lamentable y más aún lo es, que se afirme en nuestro idioma, que ése es el
verdadero nombre del Dios de la Biblia.
Cuando los traductores de
la Biblia al griego se toparon con las consonantes, no tuvieron una opción
mejor que traducir ό Κυριος (Ho Kýrios, ‘El Señor’), correspondiente al hebreo
‘Adonay; lo mismo sucedió con los traductores en árabe, quienes recurrieron a la palabra الرب ‘Ar-rab = El señor. En consecuencia, la forma
Jehová/h, no corresponde a la verdad de las cosas.
Finalmente,
se ha tratado de transmitir con los años, una nueva forma castellanizada del
nombre de Dios, Yahvé, la cual no es más
que un intento científico-humano por restaurar el nombre impronunciable, sin
que esto sea realmente correcto o exacto, ni verificable desde la arqueología
de manera indubitable. La verdad sea dicha! Ven pronto Señor Yehoshúa’ (Jesús).
Responsable: Eric de Jesús Rodríguez Mendoza.